venerdì 11 novembre 2011

Te veo dolida, con un toque de impotencia y dos gramos de rabia.

Mi cuerpo a orillas de una verdad a medias, sentirse heroína de una historia en la que varios son los protagonistas, y bajar la mirada ante una verdad incómoda, aferrada a una mano que ya no existe y entre papeles en los que solo hay mentiras escritas de manera suave, hermosa; engañando a los sentidos.
Una noche en la que todos llevan máscaras, y sentirse invisible y sola ante personas que ríen y bailan; sentir que esa historia tan solo fue un espejismo; que esa persona tan solo fue un espejismo, y despertar en tu cama; sudando, respirando fuerte, perdida en la inmensidad de la propia vida, entre personas varias que intentan cazarte; acechando, siempre acechando...
Ir más allá, pensar en un por qué que tal vez no existe, volver la mirada atrás y recordar la clase de persona que eras; de la cual, tan solo quedan ya los escombros tras el tornado que destruyó todo; segundo a segundo, tu fuerza, tu seguridad, tu mirada dura y fría..., y encontrarse con la nada.
De frente.
Duro. Triste. Anhelando lo poco que quedaba de ti, en el último suspiro de media noche, en la luna que susurra lentamente que la calma es caprichosa, que la normalidad nunca ha existido y que esas noches sin frenos no ocurrieron en el mundo real.
¿Duele?
Duele.
Pero no me dejo vencer. Odio la debilidad, siempre la odié...
Soy de esa clase de personas..., independientes..., locas...., bipolares..., claras..., pero confusas...
Hay personas que te hablan, y dicen cosas que quizás divagan por tu mente pero que jamás las tomaste enserio. Y, entonces, florecen, y tomas aire pensando que, tal vez, lleven razón...
Sentirse un juguete, en supuestos mundos paralelos en los que tus manos están vacías, tus labios apretados y tu mirada distante.
Pero esto es así.
Nadie dijo que fuera fácil, nadie me tomó la mano diciendo; vamos a pasear... Porque la vida no es así.
Sufres, escuchas canciones que te mandan al más profundo pozo y la tumba que estabas cavando para ti misma, esa que abandonaste cuando el mundo parecía un mundo mejor al lado de quien, vuelve a tu día a día y la sientes tan cerca que a veces no dudas en tirarte de cabeza, sin pensar.
Pero en el último segundo piensas..., y te dices a ti misma; ¿enserio?
Soy fuerte.
Puede que, en este momento, tus piernas tiemblen. Puede que, en estos últimos días, las lágrimas hayan brotado sin cesar. Puede que, el pecho te duela más que de costumbre...
Pero yo no soy de esas...
Muchas veces pienso en lo que fui en vidas pasadas. Mujer revolucionaria. Bruja quemada en la hoguera. Rebelde, siempre rebelde...
Esto no es para mí.
Esto no es para mí. Definitivamente soy como soy, y no es fácil cambiar como una es.
Sé abrazar, sé pedir perdón. ¿Sé perdonar? Sé perdonar... Y en eso de olvidar tengo matrícula de honor.
Me hablan de dolor, me hablan de sufrimiento y me hablan de indiferencia. Yo siento que me da lo mismo, yo siento que a nadie le tiembla la voz como me tembló a mi una vez, y que ahora mismo el frío que siento no lo siente la persona que, tal vez, quisiera que lo sintiese...
Pero me alegro cuando a los demás les sale el sol, aunque mi día esté tormentoso. Seco lágrimas ajenas sin la necesidad de que nadie seque las mías, y espero con ansia la sacudida mortal del universo para comenzar a recuperarme, a componer el puzzle de mis sentimientos, aunque tenga que buscar entre los escombros de mi corazón para hallar los restos que sobrevivieron.
Soy fuerte, y quizás eso les asuste.
Pero me siento bien conmigo misma, porque he sido sincera en todo momento. Advertí; conmigo nada es fácil. Advertí; soy una gilipollas.
El problema es que nadie se tomó enserio lo que dije el primer día, esperaban más de mí y no supe corresponder a las altas expectativas.
Perdona por ser humana... Realmente siento no ser tan perfecta como muchos pensaban que lo era...

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