Llevaba varios días perdida, incapaz de centrarme en lo que hacía en el momento, sumergida siempre en dudas existenciales y sin saber exactamente qué estaba pasando en mi cabeza.
La verdad, ahora mismo no es que mi mente esté aclarada, pero si que está tranquila, y eso es suficiente para mí.
La simplicidad de una palabra acompañada por una sonrisa, la ternura de cualquier gesto que venga de alguien a quien le importas; un simple "hey, ¿te encuentras bien?", e hipotéticos abrazos en un lunes por la noche.
Haces planes en tu cabeza a largo plazo, atas cabos e imaginas situaciones; tal vez no imaginas sino que idealizas. Luego llega el momento esperado y nada es como habías pensado que sería. A veces es mejor, a veces es peor. Yo prefiero decir que, simplemente, es diferente.
Seguramente hayan bastado un par de conversaciones, cada cual tiene su propio pensamiento; das tu opinión y algunos te apoyan, otros te recriminan lo que sientes o piensas porque se preocupan por ti, y otros tan solo te dicen que todo irá bien y que descanses esta noche.
Sea cual sea la respuesta, se agradece, ya que, ¿qué sería de ti si cuando estás desorientado tus amigos no te cogen de la mano y te enseñan el camino?
Quizás haya bastado un instante preciso, en el que te sientes extrañamente lleno, después de pensar que estabas vacío por no tener a alguien a tu lado. Y, te das cuenta, de que no tienes a una persona sino a muchas, y que cada momento con ellas es especial.
Te das cuenta de que sí, de que eres feliz porque hay personas a las que les importas; personas a las que quieres..., y que con eso basta.
¿Me hago mayor? Quién sabe...
Solo puedo daros las gracias a todos, por aguantarme, salvarme en mis peores momentos, y darme días en los que no ocurre nada especial, pero me voy a la cama especialmente feliz por haber compartido con vosotros alguna risa que otra.
No os lo digo a menudo pero, os quiero.
María.