lunedì 4 luglio 2011

Nada.

El ventanillo se abría al cielo oscuro de la noche. La lámpara encendida hacía más alto y más inmóvil a Román, sólo respirando su música. Y a mí me llegaban en oleadas, primero ingenuos recuerdos, sueños, luchas, mi propio presente vacilante, y luego agudas alegrías, tristezas, desesperación, una crispación impotente de la vida y anegarse en la nada. Mi propia muerte, el sentimiento de mi desaparición total hecha belleza, angustiosa armonía sin luz.
Y de pronto un silencio enorme, y luego la voz de Román:
- A ti se te podría hipnotizar... ¿Qué te dice la música?
Inmediatamente se me cerraban las manos y el alma.
- Nada, no sé, sólo me gusta...
- No es verdad, dime lo que te dice. Lo que te dice al final.
- Nada.
Me miraba defraudado un momento. Luego, mientras guardaba el violín:
- No es verdad.

Carmen Laforet.
Nada.

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