A veces me arrepiento de escribir todos mis sentimientos de cada día, de cada segundo. Si estoy ilusionada, si estoy triste. Si me siento sola o si me siento en las nubes. Al cabo del tiempo lo leo y siento morir, a veces quisiera volver a aquellos momentos felices que me hacían levantarme con una sonrisa cada mañana, y otras quisiera borrar aquellos que el destino impuso en mi vida sin tener piedad alguna conmigo. Toda una vida, o más bien menos de un cuarto de mi vida, escrita. ¿Es un diario? Preguntan algunos. No, no es un diario. Es un recuerdo.
Y una lágrima que se escapa sin querer, quizás vuelva a mis momentos de terrible estado de ánimo sin quererlo. Sin buscarlo. Pero es así, inestable estado de ánimo. Y no hecho la culpa a nada, ni a nadie. Solo a mi. Tal vez soy demasiado orgullosa para admitir que voy perdiendo una batalla tras otra, y que al final perderé la guerra...
Y me gustaría no pensar tanto, vivir más. Intentarlo al menos. Me gustaría no sentir tanto, y pasar más. Tantas cosas que no tengo, y que cada segundo su ausencia se manifiesta con una punzada constante en mi pecho.
Miedo. ¿Miedo? Demasiado. Yo, miedo. Yo, que siempre fuí de hielo... Que nunca devolví el amor que otros entregaron por mí. Yo, que hice daño. Yo, que me mostré fría e insensible con aquellos que me amaron... Y ahora, ¿qué?
Y una lágrima que se escapa sin querer, quizás vuelva a mis momentos de terrible estado de ánimo sin quererlo. Sin buscarlo. Pero es así, inestable estado de ánimo. Y no hecho la culpa a nada, ni a nadie. Solo a mi. Tal vez soy demasiado orgullosa para admitir que voy perdiendo una batalla tras otra, y que al final perderé la guerra...
Y me gustaría no pensar tanto, vivir más. Intentarlo al menos. Me gustaría no sentir tanto, y pasar más. Tantas cosas que no tengo, y que cada segundo su ausencia se manifiesta con una punzada constante en mi pecho.
Miedo. ¿Miedo? Demasiado. Yo, miedo. Yo, que siempre fuí de hielo... Que nunca devolví el amor que otros entregaron por mí. Yo, que hice daño. Yo, que me mostré fría e insensible con aquellos que me amaron... Y ahora, ¿qué?
Destino, maldito destino. Me arriesgo continuamente, lo hago siempre. En todos lados, tengo demasiada confianza en mí misma. Y esa confianza se va perdiendo poco a poco a la luz de los acontecimientos, de las miradas, de las palabras que hacen daño sin quererlo.
Y no se por qué lloro. Impotencia, rabia, recuerdos, soledad. ¿Culpable? Maldito destino.