Sigue mi mal estar en este mundo que me he creado para mi solita. Con mis problemas, que son sólamente míos. Con mis miedos, mis manías, mi tristeza, mis recuerdos. Mi felicidad, mi sonrisa. Que es mía, sólamente mía.
Mi locura. ¿Locura? ¿dije locura? Si, locura. Mi locura indescifrable, inentendible, anormal, sobrenatural.
Yo. Soy yo. Ella, es ella. Ocho meses. Doscientos cuarenta y nueve días. Cinco mil novecientos setenta y seis horas. Ya no hay espera. Ya no hay después. Simplemente hay aceptación. No está. Punto.
Y volver a sonreír, y volver a disfrutar. Volver a decir ¿por qué no? Añadir una solución absurda a un problema que parecía que nunca se podría solucionar. Añadir un minuto mas a la película de tu vida. No, aún no llegó el final... ¡Me quedan muchas palomitas en el cartón!
Y decir una tontería, y hacerla... ¿POR QUÉ NO? Y una risa de fondo, y un abrazo. Una mano que agarra la tuya con fuerza. Y volver a leer ese libro que leiste hace meses y tanto te gustó. Y volver a disfrutar de sus pasajes. Respirar aire contaminado, ¿qué mas da? ¡Cuando no quede aire echaremos de menos el aire contaminado! Y cantar, aunque lo hagas terriblemente mal. Viajar sin bajar de tu cama, echarle sal al café, ducharte con agua fría, hacer la compra del mes y devolver todo diez minutos después...
...y una de las frases mas conocidas del mundo que se escapa; ¿Quién dijo miedo?
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