Febrero. Quizás la segunda semana. Su nariz está colorada y fría. Está anocheciendo, aunque es temprano aún. Camina, camina, camina. Paso ligero. Camina, camina, camina. Pensando. Va llegando. Él la espera mirando desde el balcón. Un primero de un piso algo antiguo. Se regalan una sonrisa, o un par. Ella llega al portal, y unos segundos después la puerta se abre. Entra sin perder la sonrisa. Sube las escaleras deprisa, impaciente por tirarse a sus brazos. Él está apoyado en el marco de la puerta, ella tiene la respiración entrecortada. Él la coge por la cintura, ella lo mira a los ojos. Beso. Dulce, salado, feroz, corto, con amor, con pasión. Un beso de esos que no se tienen casi nunca, sin embargo ellos no tienen otros besos que no sean como ese. Cierran la puerta con la espalda de ella, después de que él la tenga en brazos. Siguen besándose. Impacientes, locos enamorados. Bufanda fuera. Chaqueta. Sudadera de él. Camiseta de ella. Contra otra pared. Aún no ha recuperado la respiración, y le encanta. Suspiros que bailan en el aire. Una cama improvisada en medio del salón desordenado. Sus manos se entrelazan sobre el colchón, se miran fijamente. No lo entienden. Segundos después lo comprenden. Y hacen el amor, con tanta fuerza que parece que el mundo entero les oye. Que el mundo entero los ve, los siente. Los envidia. Y llegan juntos, y es tan mágico que el suelo tiembla.
Más tarde. La música de un grupo poco conocido aún suena en el pequeño piso. Siguen tumbados en la cama. Enredados. Acariciándose suavemente. Recorriéndose el uno al otro. Sus pies juegan debajo de la sábana. Ríen, cómplices.
Más tarde. A medio vestir. Discuten. En broma. Se pegan. En broma. Corren. En broma. Ríen, se hacen zancadillas. Caen al suelo. Ruedan. Siguen riendo. Felices de estar ahí, felices de estar juntos.
Más tarde. En el sofá. Ella está sentada con su cabeza apoyada en las piernas de él. Habla de esto y de lo otro. No se caya. Hace preguntas. Ríe sola. Hiperactiva. Él le toca el pelo. Escucha. Contesta, a veces. Hay cosas que prefiere no contar. Pero ella insiste, y él se rinde. Y se tiran horas, y horas hablando. Conociéndose aún mas, curiosos el uno del otro. Deseosos. Miradas vivaces, manos que se buscan continuamente. Sonrisas que se pegan, corazones latiendo fuertemente. Amor, al fin y al cabo.
M. Cavalli.
2 commenti:
¿Día de móvil roto?
jajajaj no seas tonta! rubia dice..monstruo
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