Personas, y todo un océano para perderse entre vidas varias y suspiros al final del día.
Palabras selladas con un grito, que bombardean y hacen daño; y agujerean el alma del que las recibe sin aviso previo, con ojos vidriosos y labios temblando, aceptando la derrota de una guerra de sentimientos en un ring de boxeo.
Y puedes agachar la cabeza cuando la herida ya está abierta, y mirar para otro lado esperando a que alguien venga a perdonar tus pecados pero la verdad es otra... Porque siempre esperamos ser perdonados sin pedir disculpas, y nunca tenemos el suficiente coraje para perdonar porque somos incapaces de olvidar.
Es triste ver que las dificultades en el camino pueden contigo al paso, que no todo está al alcance de tus manos; que hay situaciones, sentimientos, pensamientos que se deslizan entre tus dedos como agua, sin ser capaz de retenerlos..., y se van, y poco a poco la dureza aumenta, también la crudeza de las situaciones a medida que vas dejando atrás la adolescencia y vas tanteando el terreno; avistando de forma lógica el mundo en el que vives, el real, ese que no te da la mano; en el que existe lo peor del ser humano, y no sólo existe sino que gobierna...
Luego te preguntan, ¿qué te pasa?..., ya, pero, ¿cómo vas a poder explicar que no te gusta ésto? ¿cómo explicar que ésto te hace infeliz? Va más allá de la capacidad de comprensión de la mayoría.
Y supongo, e intento convencerme de ello cada día, que debo ser menos visceral y más racional; enfocar todo esto que siento hacia algo productivo. Convertirlo, de alguna manera, en una forma de vida...
A fin de cuentas, tan solo tengo dieciocho años y toda una vida por delante, una vida que puedo y tengo que elegir yo cómo vivirla...
¿Puede comenzar así el camino hacia la felicidad...?