Puede, tal vez, quizás..., solo quizás, esta sea la noche perfecta para hundir mis puños en la Luna. Para ir mucho mas allá de lo que jamás he ido, para decir tantas cosas que nunca me he atrevido a decir, para sentir esa leve sensación en mi vientre, ¡y qué sensación!, cuando me tocas.
Las caricias que puedas regalarme, y esa incomodez que puede provocarte mis cambios de sentido; así como la manera en la que te digo; ¡te apetezco!, y un pellizco de sensatez entre tanta locura, que nunca viene mal si me miras entre la multitud.
Pero yo sigo aquí, expectante, esperando ese momento tan preciso y exacto, pero tan inhumanamente caprichoso, en el que robas mi respiración entrecortada y te la guardas en el bolsillo... Más siento decirte que ya hice algún que otro agujero, por el que me escapo cuando no estás mirando y me fumo un cigarrillo con la estrella que más brilla..., siento molestarte, pero a veces estás tan lejos que me confundo de voz, de mirada, y hasta de manos... Y no me reproches mi inmadurez; pues tan sólo tengo dieciocho primaveras..., ni una más, ni una menos.
Pero yo sigo aquí, y me cuesta reconocer que ahora pienso en ti; a las tantas de la madrugada y entre las cuatro paredes de mi habitación; que me conocen, y me señalan diciendo; ¡pobre tonta que no sabe a dónde va...!
Sin embargo, no me gusta hablar de ti, porque cada día tengo menos que contar...