Es inevitable, hay un momento en el que te paras a pensar; todas las experiencias, el camino recorrido, y miras hacia delante y no alcanzas ver el final, y sonríes. Aún queda tanto por vivir. Personas que llegaron y tocaron tu alma y tu corazón, y quizás ellos ni lo saben; quizás solo cruzaste dos palabras o tan solo una mirada, y aún así movieron algo dentro de ti.
Esa tierra sobre la que me siento a que me cuente su historia, de la que formo parte, realmente mi sitio en el mundo, donde está mi vida, donde estuvieron y se fueron personas que viven día a día, segundo a segundo, en mí. Llegar allí y recordar quién soy, recordar mis sueños y aprender que la vida merece la pena, con sus más y sus menos, y que nunca es tarde para abandonar el camino equivocado y explorar otros nuevos.
Es inevitable el paso del tiempo, las despedidas y los encuentros, el olvido y el recuerdo. Y así como inevitable, es increíble y extraordinario; eres capaz de sentir, ¡estás vivo!, como esos días en los que tu sonrilla brilla tanto que te das cuenta de que todo, absolutamente todo, es posible.
Y así, construyendo preciosas postales; adornando el camino, anhelando echar a volar pero disfrutando del tiempo con los tuyos. Así los días pasan, y en algunos el cielo está despejado y en otros no; solo ser agradecida por poder verlo desde aquí abajo, y por tener un sitio al que volver cuando mi mundo me de vértigo.
Por seguir sintiendo, por no tener miedo, por arriesgarme, y por seguir siendo como soy siempre.
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