Voy a contar aquella vez en la que me invitaste a acurrucarme en tu sonrisa, y yo te susurré;
"Tan solo por esta noche, mañana ya no estaré por aquí... Eres sólo un chico. ¿Sabes? Las horas son diferentes historias contadas bajo esta tenue luz, porque nadie llama tras el dolor, simplemente todos quieren olvidar. Son confusos los segundos en los que los latidos dejan de existir, en ese breve instante, y el colchón parece el mejor sitio en el que desaparecer. Acompañado, o a solas. Y es que, a veces, debes pasar página..."
Pero, como ya sabes, esta niña loca se encogió de hombros, porque, ¡qué mas da!, las sonrisas al anochecer son el mejor recuerdo que puede acompañarte en tu viaje, alzar los brazos, cerrar los ojos y decir algunas palabras sin sentido. Como, por ejemplo;
"A partir de ahora seremos el Equipo A..., juntos. Descalzos, puedo dejarme llevar si quieres en esta habitación, a la luz de la luna, balancearme tarareando una simple melodía, mientras pides sonriendo que la noche jamás acabe, y yo te pido; por favor, no me mires mientras bailo..."
Y después, reímos. Reímos como nunca antes habíamos reído. Reír cura las heridas, reír durante horas y horas; y eso hicimos, mientras allá fuera todos parecían estar aturdidos; perdiendo el tiempo construyendo emociones sin llegar a sentirlas, mientras tú y yo nos fundíamos en uno y jurábamos sentirlo juntos, y aún puedo sentirlo ahora..., porque sigue sucediendo al recordar esa noche, puedo jurar que el mundo gira locamente encendido cuando pienso en ti.
Y te hice creer que el amor puede nacer a lo bestia, en un sencillo fragmento de segundo, pero nunca me gustó dibujar corazones, así que, ¿recuerdas?, tras el te quiero te dije; "Oh, eres tan ingenuo..."
Pero debo confesar que, seguramente, una parte de mí se dejó caer tras el eyer liner y el rojo de mis labios; una parte, quizás, más dulce. Yo notaba la implicación consumiéndome al ir pasando las horas, una extraña sensación entre tus brazos cerca de las cuatro de la mañana, quizás nuestro flaco amor luchaba contra mí, en un acto desesperado, mientras sin darnos cuenta estallaba el fuego en el tercer bar.
Todo parecía cambiar en cuestión de segundos; nuestras vidas se hicieron y se deshicieron un millón de veces esa noche, como nuestros cuerpos se entrelazaron y se separaron otras tantas. Las sábanas parecían a veces frías y otras calientes, la almohada recogió alguna lágrima, y al escucharme, simplemente me abrazaste diciéndome; "Cariño, déjame cantarte una canción.."
Y, supongo que esto te sonará extraño, pero fue la mejor canción escuchada en mi vida aunque tu voz fuera la peor voz del mundo entero. Pero allí estábamos, dos almas perdidas que no se encontraron, directamente se chocaron de frente pues iban a doscientos por hora con los frenos jodidos.. Y esa colisión, déjame decirte que ha hecho de mí alguien desgraciado y afortunado a la vez, pues mientras tú seguías cantando en susurros, estuvimos bailando lento en una habitación ardiendo durante algún tiempo, siendo conscientes de nuestra fuerte bipolaridad y que tras el amanecer nos encontraríamos a kilómetros de distancia el uno del otro, pero nos daba igual porque aquella noche era todo lo que teníamos, como te dije al aceptar la invitación cuando tan sólo estaba atardeciendo.
Y es que, ojalá pudiésemos haber sido jóvenes para siempre, pero la realidad siempre llama a la puerta tras los besos más dulces y guarros, y las promesas se desvanecen dejando tan solo un rastro de desilusión. ¿Ahora entiendes por qué fui tan dura...? Para mí lo fácil hubiese sido haberte dicho, simplemente; "deseo poder verte pronto", como una especie de juramento en el que firmo tras asegurar que te esperaré para siempre.
Pero la noche poco a poco llegaba a sus últimos instantes, y yo debía de volver a casa tras las tostadas y el café. Es extraño, porque recuerdo ese sentimiento de sentirme en mi hogar rodeada por tus brazos. Sí, tu pecho era como mi casa.
A una hora del amanecer decidimos subirnos al tejado, sin decir una palabra y bajando la mirada tres veces cada minuto, la evidencia del final era tan clara como la que me atrapó horas antes cuando el amor simplemente se estableció en mi interior asegurándome no irse jamás. Y, sentados allá arriba, sobre tejas viejas y entre chimeneas sin humo, me volví a acurrucar entre tus brazos, tu sonrisa, y tu simple manera de hacerme sentir única con palabras tan poco originales como; mi pequeña niña...
Aquella última hora de noche fue, tal vez, la más especial de todas. Porque no nos gritamos, ni nos tiramos trastos a la cabeza, tampoco hicimos el amor en esa hora ni nuestros labios se rozaron siquiera. Pero fue el momento en el que me sentí más cerca de ti, quizás porque era consciente de que con los rayos de sol todo acabaría y los sueños que, sin querer, nacieron a lo largo de esas horas dentro de mí, morirían deshaciéndose en cuestión de minutos.
Porque, cuando me encontraste supe que todo aquello iba a ser diferente; por eso no dejé que ninguno de los dos la jodiera. Me dijiste tantas veces "soy tuyo", y yo siempre te respondía; "yo siempre seré, de alguna forma, tuya."
Como todo en esta vida termina, la noche terminó y el sol llegó llenando de luz nuestros cuerpos, el cuarto en el que vivimos todo nuestro amor parecía distinto cuando bajamos del tejado. Cogí mis zapatos y mi abrigo, sabía que un gran avión me esperaba al otro lado de la acera allí donde habitaba la realidad y lo contrario a la ácida felicidad compartida de aquellas horas contigo, y aunque me costara hacerlo sin ti, la decisión estaba tomada.
Y, como barcos en la noche, nos alejamos, viendo como la luz del otro se volvía más pequeña y débil en la lejanía lentamente, hasta que simplemente nuestras luces desaparecieron.
Perdón por el atrevimiento, pero he de decirte también que a día de hoy, tal vez, te echo de menos. Sé que has sonreído tú también al recordar las locuras de aquella noche, todos esos momentos en los que el mundo parecía que iba a estallar y que nuestras vidas iban a durar para siempre. Aquellos planes que decíamos tener, aquellas ganas de arreglar el mundo y compartir mil amaneceres más, aquel deseo de caminar lejos..
Podría preguntarte dónde está ahora todo eso... Quién eras tú, quién era yo. Quién eres ahora, después de tantos años, cuál es tu nombre. Pero nuestros mundos son mundos aparte, existen en universos paralelos como dos líneas rectas e infinitas que tan sólo se cruzan una vez en todo su recorrido.
Si, supongo que esos somos tú y yo..., tan solo dos desconocidos que una noche descubrieron un pequeño infierno entre cuatro paredes, que pudieron amarse a partir de un par de horas, y que desde aquella vez tienen problemas para dormir, pues al final de cada noche se sientan frente a la ventana mirando los barcos llegar..