Y un día cualquiera, tu mente se queda en blanco, y no quieres saber nada de nadie. No sé, nunca entenderé a esta chica...
Sucede entonces, que dentro de la imposibilidad de entenderla; puede que su comportamiento tenga algo de coherencia..., y es que; es natural.
Una pregunta tan inocente como puede ser, por ejemplo, ¿merece la pena?, y que ni siquiera la ha formulado ella.
Entonces se queda algunas horas sumida en sus pensamientos, adaptando esa pregunta a todos los aspectos de su vida; a todas las situaciones, las personas, los problemas que tiene actualmente.
Y parece que todo el mundo tiene algo que decir, algo que opinar respecto a su percepción sobre el mundo. Pero, ¿quién puede decirle dónde está el límite? ¿Quién puede saber, realmente, lo que está bien y lo que está mal? ¿Quién puede hablarle del placer y la obligación?
..., ¿quién puede decirme qué es la felicidad? Y..., ¿alguien puede hablarme, con sinceridad, del perdón?
¿Merece la pena alimentar el odio para reafirmar una y otra vez, continuamente, que tú y solamente tú tienes razón? ¿Para sentirte tú, y únicamente tú, la víctima?
Y no dejo de sentirme egoísta, y sentirme rodeada de egoístas, también. En un mundo en el que los días pasan demasiado rápido, sin que apenas te des cuenta, en una dimensión en las que las personas son atrapadas por cosas superficiales y banales, y llevadas a la frontera entre llevar una vida, y llevar la vida...
¿Merece la pena todo esto?
Prefiero las noches en las que estoy yo, Solo Yo en mi cama. Prefiero conocerme antes de que me conozcan, y prefiero conocerme antes de conocer a alguien.
Prefiero sentirme sola, que sentirme sola a medias; y prefiero no hablar antes que hablar y no decir nada.
Mientras que salga del corazón..., merecerá la pena. Lo demás siempre es prescindible, y solo a veces la merece.
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